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La pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) puede tener consecuencias duraderas en la población.

Para algunas personas, esto las ha llevado a aplazar la maternidad. Para otras, las interrupciones en la atención de la salud han dado lugar a embarazos no planeados.

Si bien aún no tenemos una visión completa de las repercusiones de la COVID-19 en la fecundidad, esas tendencias han propiciado preocupaciones alarmistas sobre el auge o desplome de los nacimientos.

Motivo de alarma deberían ser los casos en que las mujeres no pueden ejercer sus libertades y derechos sexuales y reproductivos, bien sea por la interrupción de los servicios de salud o porque la discriminación por razón de género les impide tomar decisiones relacionadas con el acceso a la atención sanitaria, el uso de anticonceptivos o las relaciones sexuales con sus parejas.

Lo que realmente conduce a sociedades saludables y productivas es que las mujeres puedan tomar decisiones fundamentadas con respecto a su salud sexual y reproductiva y tengan acceso a servicios que apoyen sus decisiones. Una mujer que tiene el control de su cuerpo gana no solo en cuanto a autonomía, sino que también logra avances en materia de salud, educación, ingresos y seguridad. Además, tiene más probabilidades de prosperar y, en consecuencia, su familia también.

La COVID-19 ha puesto de manifiesto las desigualdades y deficiencias marcadas de los sistemas de atención sanitaria dentro de los países y entre ellos. La crisis ha provocado que muchos de los sistemas sanitarios desbordados reduzcan sus servicios de salud sexual y reproductiva, que a menudo se les considera no esenciales. A pesar de que estos servicios son un derecho humano, se les ha dejado de lado en beneficio de preocupaciones más “acuciantes”. En medio de las presiones económicas y los recortes presupuestarios, existe el riesgo real de que algunos países puedan no restablecer estos servicios.

En el Día Mundial de la Población, tomemos medidas para colmar estas brechas, puesto que los servicios de salud sexual y reproductiva son esenciales. Aunque los sistemas de salud estén, como es comprensible, al límite de sus posibilidades, estos servicios no pueden esperar. Toda demora adicional limitará la salud y el bienestar de las mujeres y niñas, con consecuencias que pueden durar toda la vida.

Trabajemos conjuntamente para defender el derecho a decidir cuándo y si se desea formar una familia y hagamos valer los derechos y las libertades de todas las mujeres y niñas.