Distinguidas/os jefas y jefes de Estado, autoridades y participantes presentes.
¿Cuántas veces hemos escuchado esos discursos de coaching que dicen que “el que quiere puede”, que “todo es cuestión de actitud”, o que “el pobre es pobre porque quiere”?
Yo, como mujer deportista con parálisis cerebral, vengo a decirles que eso está muy lejos de la realidad. Hoy quiero invitarlas e invitarlos a pensar un poco más allá.
Las personas con discapacidad nos enfrentamos diariamente a las barreras existentes, arquitectónicas o actitudinales, que no se combaten únicamente con una “buena actitud”, porque muchas veces se nutren del desconocimiento y la indiferencia, del Estado y en general, de una sociedad, que se niega a ver la diversidad humana como algo natural.
Esto se convierte en un fuerte impedimento para que nuestra participación sea plena en la sociedad en todos los aspectos. Y quiero hacer referencia, sobre todo, a las barreras actitudinales que se alimentan de prejuicios, estereotipos, que invisibilizan las diferentes realidades que vivimos las personas con discapacidad.
Cuando decidí empezar mi carrera como deportista de frame running hace más de 3 años, muchas personas del mundo deportivo, incluso personas cercanas que me conocían desde niña, hicieron comentarios negativos relacionados con mi edad y las pocas probabilidades de tener éxito o de conseguir una medalla, poniendo en duda mi capacidad, mi talento y mis ganas de practicar un deporte que me permita dar lo mejor de mí.
En julio de este año fui a mi primera competencia internacional en Dinamarca y obtuve 2 medallas.
Todas estas ideas erróneas tenían que ver porque aparentemente inicié un poco tarde en el mundo del deporte, pero más que nada, por desconocer el contexto en el que se desenvuelve una persona con discapacidad, pues se debe tener claro que por nuestras diferentes particularidades, no siempre tenemos las oportunidades para involucrarnos en espacios de recreación a temprana edad.
Históricamente, estos espacios nos han sido negados y ustedes seguramente pensarán: “pero Ecuador se destacó en los Juegos Paralímpicos”, y sin duda, no quiero desmerecer el trabajo de las y los deportistas que han puesto todo su esfuerzo para conseguir sus objetivos, sin embargo, las cifras no mienten.
En la actualidad, en Ecuador solo 60 deportistas con discapacidad hacen parte del Plan de Alto Rendimiento, y solo 12 son mujeres. Hay una indiscutible brecha para acceder a estos espacios, porque en muchos casos, el deporte es casi imposible de alcanzar.
Pienso que esas barreras que existen deben servirnos para replantearnos nuestras políticas y pensar cómo generar que los espacios de deporte y cultura sean realmente espacios para las personas con discapacidad, considerando como base la accesibilidad universal.
De este modo, pienso que la Tarjeta Iberoamericana de Discapacidad es una herramienta potente si se la ve desde su integralidad, ya que, no se trata únicamente de las medidas de acción afirmativa que conlleva y que pueden facilitar muchos aspectos, sino propongo que se visualice la posibilidad de alcanzar un cambio cultural para que las sociedades de nuestros países conozcamos realmente el enfoque de discapacidad y abracemos esa diversidad como parte esencial para nuestra convivencia.
Irene Valarezo Córdova
UNFPA Ecuador