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En Ecuador, el 65% de las mujeres mayores de 15 años han enfrentado alguna clase de violencia de género a lo largo de su vida. La encuesta nacional sobre relaciones familiares y violencia de género contra las mujeres de 2019 resalta que todos los tipos de violencia continúan siendo prevalentes en la vida de la mayoría de mujeres ecuatorianas, independientemente de su etnia, nivel de educación, y edad. Sin embargo, esta problemática se agudiza en las mujeres con discapacidad. 

Clara* es de la provincia de Manabí y tiene 65% de discapacidad intelectual. Cuando tenía 15 años, su mamá la entregó como “mujer” a un hombre de 48 años que la golpeaba y abusaba de ella. Una organización de la sociedad civil la rescató meses después. Entonces, Clara tenía siete meses de embarazo. No se sabe de quién es su hijo; una evaluación psicológica determinó que su padre y su hermano también abusaban de ella y que alguno de ellos también podría ser el padre de su bebé. La familia de Clara huyó y la abandonó. Ahora la joven vive con su tía, quien tiene que cuidar de ella y de su bebé. 

Un estudio de 2017 del Consejo Nacional para la Igualdad de Género (CNIG), el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en Ecuador y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), sobre el embarazo en mujeres adolescentes con discapacidad y su relación con la violencia de género, dice que las mujeres con discapacidad son vistas como seres asexuales. Nelly Jácome, actual directora del CNIG y quien lideró el estudio de 2017, dice que la población en general tiende a tildar a las mujeres con discapacidad como “inocentitas”, “criaturitas”, y “ángeles eternos”. Estos términos, explica Jácome, las expropia de su vida, de su cuerpo, de su sexualidad, y sobre todo, de sus derechos. 

Esta percepción de ausencia de derechos y de sexualidad ha invisibilizado la violencia contra las mujeres con discapacidad durante muchos años. 

La violencia basada en género que experimentan las mujeres con discapacidad no solo ha sido invisibilizada, sino también normalizada. Jácome dice que está tan arraigada que no fue hasta que se hizo el estudio en 2017, que el Estado ecuatoriano al fin reconoció la existencia de un problema de violencia basada en género en las niñas, adolescentes, y mujeres con discapacidad. Por eso, el gobierno no había tomado ninguna clase  de acción ni implementado ningún programa concreto para proteger a este grupo poblacional.

Según Jácome, en 2019 otro estudio del CNIG, UNFPA y AECID, reveló otro problema: las niñas y mujeres con discapacidad son más propensas a ser violentadas a través de la práctica del incesto. Es decir, que sus agresores son parte de su círculo familiar cercano, en especial padres y hermanos. En Ecuador, el incesto no está tipificado como delito en el Código Orgánico Integral Penal, y según el estudio, aún no es reconocido como un problema estructural.

Lola Valladares, oficial de Género, Interculturalidad y Derechos Humanos del UNFPA Ecuador, dice que los dos estudios son importantes porque a través de ellos “se ha logrado visibilizar la problemática de la violencia basada en género en las niñas y mujeres con discapacidad en el país”. Aunque es difícil y desgarrador, revelar los problemas, afirma Valladares, es el primer paso para hacer cambios, como la adopción de políticas públicas de prevención y atención, que impacten la vida de las personas.

Para apoyar a las niñas, adolescentes y mujeres con discapacidad que son más propensas a sufrir vulneraciones de sus derechos, UNFPA Ecuador y AECID  implementaron   el proyecto Decidimos —una iniciativa que promueve los derechos de los y las adolescentes y jóvenes con discapacidad, especialmente niñas y mujeres—.  El proyecto ha sido muy importante y ha ayudado a muchos y muchas jóvenes con discapacidad en el país a “vivir una vida libre de violencia de género y a disfrutar de sus derechos sexuales y reproductivos”. Y aunque el proyecto terminó, Valladares asegura que el UNFPA seguirá trabajando en Ecuador para apoyar a las mujeres con discapacidad a convertirse en líderes de sí mismas y sus comunidades.