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16 mayo, 2016

El proceso de resiliencia y recuperación apenas comienza para las víctimas del terremoto en Ecuador. Y es en medio de esa adversidad que las mujeres, adolescentes y jóvenes afectadas enfrentan su reto más grande: reconstruir sus vidas.

QUITO, Ecuador – Cuando sobreviene una crisis humanitaria, son las mujeres, adolescentes y niñas las que enfrentan una mayor desventaja en el proceso de recuperación. En estas condiciones, la discriminación y la desigualdad de género se profundizan a consecuencia de un menor ingreso y la dificultad para acceder a servicios sociales, incluyendo servicios de atención a la salud, educación, representación política y protección, además de un mayor riesgo de sufrir abuso y violencia sexual.

A un mes del terremoto, en medio de réplicas y grandes esfuerzos para movilizar ayuda humanitaria, Ecuador continúa trabajando para recuperarse de la mayor emergencia de su historia e iniciar el camino hacia la reconstrucción de las vidas de las víctimas. El UNFPA, en coordinación con el Ministerio de Salud Pública de Ecuador, y como parte del apoyo ofrecido por el Sistema de Naciones Unidas al país, ha liderado una serie de esfuerzos para ofrecer ayuda humanitaria a su población y reducir los riesgos en las áreas de salud sexual y reproductiva y violencia basada en género que las mujeres, adolescentes y niñas desplazadas deben enfrentar.

No obstante, aún queda mucho por hacer. Los retos a superar son numerosos y de largo plazo. Las provincias de Esmeraldas y Manabí, que son las dos más afectadas por este sismo de gran magnitud, que dejó un saldo de 660 muertos, continúan siendo el escenario principal del proceso de reconstrucción. Acompañar a los ecuatorianos afectados en este proceso de recuperación y resiliencia será esencial para poder sanar las heridas que solo el tiempo puede curar.

Las mujeres, adolescentes y niñas también cuentan

De cara a la emergencia, el UNFPA está proporcionando ayuda humanitaria con un enfoque integral dirigido a satisfacer las necesidades de salud sexual y reproductiva de las mujeres, adolescentes y jóvenes. En el terreno, lo anterior exige el fortalecimiento de las capacidades del personal de salud y la distribución de kits que contienen los insumos necesarios para atender un parto seguro, además del acceso a métodos anticonceptivos.

También se está distribuyendo un paquete de materiales específicamente diseñados para prevenir la violencia de género y, de manera particular, la violencia sexual, situaciones que pueden exacerbarse durante una emergencia de esta magnitud.

“El trabajo de coordinación con el Ministerio de Salud Pública, lo mismo que al interior del UNFPA, ha sido esencial para poder ofrecer una respuesta rápida y eficaz”, afirma el Dr. Mario Vergara, Representante Auxiliar del UNFPA en Ecuador. También sostiene que, para poder garantizar una distribución adecuada de los recursos antes mencionados, se contará con el apoyo de personal técnico del Fondo de Población en la provincia de Manabí con el fin poder llevar a cabo un seguimiento adecuado de las acciones realizadas en el terreno.

Heridas en cuerpo y alma

Las mujeres afectadas en la provincia de Manabí se encuentran preocupadas por la percepción externa de que la situación comienza a superarse y pronto ya no se necesitará de ayuda. “No es así. A mi casa y a la de mi mamá no llegó aún la ayuda, y eso que estamos acá cerca”, explica Jeannette Reyes (29) que trabaja como jornalera en un sembradío de papayas y tiene tres hijos (de 8, 7 y 4 años respectivamente).

Luego de pasar dos semanas en un albergue improvisado en la Iglesia Jesús de La Roca, hoy vive en una carpa “que hicimos con unos plásticos” en el patio de lo que aún queda de su casa.

A Jeannette la conocimos en el Centro de Salud de Jama, adonde acude de manera regular para realizarse exámenes médicos y recibir su dosis mensual de anticonceptivos inyectables. Al preguntársele acerca de un potencial desabasto de anticonceptivos en la farmacia social de la clínica, Jeanette responde que “no podría ser en peor momento” y confiesa que, en estas condiciones, un nuevo embarazo sería algo muy complicado para ella.

 

En medio del desastre, las mujeres se están reinventando: tienen que dar de comer a sus familias, mantener a sus hijos e hijas, seguir su vida. En las ciudades devastadas por el sismo, se están multiplicando los puestos de venta informal, como el de Conchi Ramírez, que vio cómo el esfuerzo de 11 años de trabajo desapareció de la noche a la mañana y que, no obstante, ya se encuentra trabajando en un improvisado carrito de venta de jugos frente al hospital temporal de Bahía de Caráquez. Conchi tuvo a su primer hijo a los 16 años y ahora también carga un bebé de brazos.

No todo está perdido

Para Bryan Alejandro Molinas (17), no todo está perdido. Sabe perfectamente que debe seguir adelante, aunque extraña su pueblo, San Isidro, una localidad manabita ubicada entre las poblaciones de Chone y San Vicente.

 

Bryan echa de menos la cancha donde jugaba al fútbol con sus amigos. “Ahora no tenemos adónde ir, ni qué hacer”, afirma al tiempo que observa atentamente a su pareja, Kimberly Naomi Farías (17), con quien espera un bebé que nacerá en dos meses. Bryan y Kimberly son dos adolescentes que, inevitablemente, habrán de convertirse en adultos y padres de un bebé que vendrá al mundo en medio de un duro proceso de reconstrucción y resiliencia que apenas inicia.